Esta costumbre tiene su origen en la antigua Roma, tiempo en el que por ley se exigía que hubiese 10 testigos para que la boda pudiera llevarse a cabo.
Todas las damas por un lado y los testigos por otro debían vestirse igual que los novios, de manera que cualquier fuerza maligna que tratara de impedir la boda se confundiera al verlos vestidos iguales.
Hoy en día se mantiene esta figura, principalmente en los países anglosajones y sólo en el caso de ceremonias religiosas, pero son los novios los que deciden el número de testigos.
En cuanto look más adecuado para ellos no hay nada impuesto, aunque lo correcto en el caso de las damas de honor es utilizar líneas comunes a todas (largo, color, tejido…) y sin restar protagonismo a la novia! ;-)
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